Érase una vez un niño que vivía en una madriguera.
Adis, que era así como se llamaba el pequeño, miraba al gran agujero de luz que estaba siempre por encima de su cabeza y observó que a veces la luz que provenía de este era muy fuerte e intensa, mientras que otras veces era más blanca y débil. Así tomó consciencia del tiempo, y de que se aburría al verlo pasar.
Pero Adis tenía un remedio para combatir el aburrimiento, comenzó a soñar, a pintar con su dedo en la tierra vagas formas geométricas, círculos, cuadrados, triángulos, Adis enseguida les puso nombre a todos y cada uno, nombres diferentes que nosotros.
Poco a poco Adis pasó a componer con esas formas otras figuras, más complejas, y les empezó a dar volumen, a moldearlas.
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jueves, 5 de abril de 2012
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